viernes, diciembre 09, 2005

PSU: desde el otro lado de la sala

El lunes y martes de esta semana se desarrolló, una vez más, la etapa "más importante" del proceso de ingreso a las universidades chilenas: el momento en que miles de jóvenes se sientan en el banco de una sala de algún colegio o liceo ubicado en la comuna que hayan elegido, y rinden la PSU (Prueba de Selección Universitaria), "amable" instrumento que se encarga de dirimir entre muchos, quienes son los pocos que tienen las "capacidades" necesarias para llegar a ser un buen profesional, mereciendo ingresar a la Universidad.
En la época en que a mí me tocó pasar por este proceso ni siquiera se llamaba PSU, sino PAA (Prueba de APTITUD Académica). Pero ahora, por segundo año consecutivo, me toca vivir esta historia desde otro banco: el del examinador.
Para empezar, no sé porque uno, sólo por el hecho de estar parado al frente, leyendo instrucciones, mirando que marquen bien los circulitos, que no tengan calculadora, que se sienten donde les corresponde, indicando cuando se pueden ir, verificando que entreguen el cuadernillo y la hoja de respuestas, es llamado "examinador"...¿examinador de qué? ¿de que todo vaya bien en la sala? supongo...
Bueno, la cosa es que ya he tenido dos experiencias como "examinadora" y las dos han sido "todo un mundo", como dice alguien por ahí...
El año pasado me tocó en un liceo del "barrio alto" donde llegaron casi puros niñitos y niñitas lindas. Esa vez fue más divertido que ahora, porque me tocó un grupo que era una verdadera fauna marina de gente dando la famosa prueba, desde una niña que dió TODAS las pruebas con una foto de San Expedito al lado, pasando por una gótica que con casi 40 grados de calor, cayendo los patos asados, anadaba con unas botas hasta la rodilla...también hubo otro que preguntó TODO, hasta que significa DEMRE...y otra cuiquilla que me retó porque al pasar la lista siempre la nombré como "María" (su primer nombre) y me exigió que la llamara por su segundo nombre (imagino que llamarse María debe ser un ataque al status), obviamente la seguí llamando María, con mayor ímpetu que antes.
Esa vez, yo fuí la co-examinadora de la sala. La "examinadora a cargo" era una profesora de Lenguaje y Comunicación (como le llaman ahora al antiguo "Castellano"), hacía clases en Enseñanza Media, y lo más curioso fue que no supo responderme una pregunta que salía en la prueba de Lenguaje...o sea, me trató de engrupir, pero no lo logró...
Y este año me tocó en un colegio también de barrio alto (no tanto como el año pasado, por lo menos hasta llegué en metro, en la nueva línea 4), pero los "examinados" eran más normales. Y esta vez mi posición era otra: por la experiencia adquirida el año pasado ahora era yo la "examinadora a cargo" de la sala, y tuve que firmar las actas y esas cosas. Además, tuve un co-examinador que era un profe de artes visuales, no tan viejo, pero harto mayor que yo...era raro ser "la jefa".
A pesar de estar en un colegio inglesamente caro, el ambiente no era muy agradable. Las salas eran enanas, estábamos todos hacinados. Los bancos eran bajitos, los pobres grandotes no sé muy bien como lo hicieron con sus largas piernas. Yo en el banco de la "examinadora" estaba pegada a un pobre niño que le tocó dar todas sus pruebas conmigo ahí al frente, porque yo no tenía ninguna posibilidad de correr mi mesa, ¡no tenía espacio!. De vez en cuando trataba de darme unas vueltas por la sala, para que estuviera más tranquilo, pero hasta eso era tormentoso...los pasillos que quedaban entre los asientos eran enanos.
Lo más rarífico que me tocó este año fue ver lo codiciado que era uno de los lolos, hasta niñas que daban la prueba en otra sala me iban a preguntar por él...y no digamos que era un Brad Pitt, pero tenía el estilo del adolescente popular: casualmente a la moda (con piercing incluído), un poco desgreñado y con actitud de indiferencia ante el mundo.
Lo otro anecdótico fue que uno se quedó dormido en plena prueba de lenguaje, no sé cuanto rato habrá perdido el pobre, pero por lo menos cuando nos dimos cuenta, lo despertamos.
Lo más impresionante si fue ver como había gente que entregaba las pruebas como con 5 preguntas respondidas. ¿Alcanzará para 100 puntos con eso?
Y obvio que no faltaron los ñoños que insistieron hasta el final. La situación más terrorífica la viví el lunes, en la prueba de ciencias, que duraba casi tres horas. El tiempo máximo se cumplía a las 5 de la tarde, pero ya a las 15:45 quedaron dos alumnos...¡sí, sólo dos!, en ese momento pensé: -¡genial! ¡estos se van en unos diez minutos y me puedo ir luego para mi casa!, pero nada...se quedaron ahí, pegados a la silla, revisando una y otra vez sus respuestas, hasta que dieron las 5 y tuve que decirles que se acababa el tiempo. ¡Malditos! (jajaja). Ojalá que por lo menos esa demora se les traduzca en buenos puntajes.
Lo común entre las dos experiencias es el indudable nerviosismo de los postulantes. Se les nota urgidos en las pruebas, se mueven harto, algunos hasta se les nota que les duele la guata. Otros tiritan de una forma...si hasta llegaron a saltar exageradamente cuando en la prueba de matemáticas les dije: -¡quedan cinco minutos!-. Fue impresionante... Incluso en otra sala hubo una niña que se desmayó.
Y al fin se terminó. Por lo menos para mí, con una buena paga.
Para ellos aún queda saber cómo les fue y si podrán cumplir con el "sueño" de entrar a la Universidad.