domingo, septiembre 24, 2006

Dándome vueltas

Digamos que esto es puro cuento.

Aquí estoy, girando, girando y girando, pero no como aquella vez en el Transantiago.

Ojalá.

Ahora es mi cabeza la que gira, pensando y pensando: si, si pasa; no, no pasa.

Si pasa, salto en una pata, bailo, canto y obvio, el insomnio se apodera de mí hasta las 5 de la mañana, pero levantarme a las 7:30 no será problema porque estaré feliz como una perdiz.

Si no pasa, sigue girando mi cabeza... ¿tendré que hacer algo más? ¿cuál será el siguiente paso? Si la última vez fuí yo la que arrugó... ¿será que hay que insistir?...y nuevamente el insomnio se apodera de mí hasta las 5 de la mañana, pero levantarme a las 7:30 será una tortura: tener que despertar a seguir pensando en el mejor paso a seguir, en la decepción, en la pena, en la descoordinación, en el retraso.

Sigo dando vueltas, sigo dando vueltas.

Nada.

¿Y si de un día para otro, a los de la Iglesia se le ocurre que el limbo no existe y ya, no existe más

Y si de un día para otro, a los astrónomos se les ocurre que Plutón no es un planeta y listo, ya no es planeta

por qué de un día para otro yo no puedo decir que se acabó y definitivamente no vuelva más?

Lo sé, lo sé. Porque esto de andar determinando de un día para otro la existencia e inexistencia de las cosas es una fantasía.

Nadie quiere que Plutón deje de tener su categoría de planeta, es un arrebato.

Y también se que nuevamente me pongo media difícil de entender, que no faltará el que me pregunte cosas más concretas en sus comentarios.

Pero, ¡qué diablos!

Entiéndase lo que se quiera.

domingo, septiembre 10, 2006

Mi abuelo...según El Mercurio...



sábado 9 de septiembre de 2006


El Arte del Vidrio: Secretos del Mejor Tallador Penquista

Grabar siluetas en el vidrio, ejerciendo presión sobre esmeriles, es el trabajo artesanal que realiza Víctor Valladares en su taller en Cerrillos. Heredero de una tradición a punto de desaparecer, es además un experto en devolverles la perfección a cristales que necesiten ser restaurados.

Texto y producción, Soledad Villagrán Varela / Fotografías, Homero Monsalves


Para la sesión de fotos parte a buscar sus lentes, aunque aclara que no los necesita para trabajar: "Sólo es para darle más carácter al asunto", explica un octogenario Víctor Valladares Alzamora, vanidoso asumido: "como dice el tango, soy sentimental y coqueto".

Pero además, el hombre que fue considerado en sus tiempos el mejor tallador penquista, es busquilla y diligente, cualidades que ha demostrado desde muy pequeño, cuando al morir su padre le tocó ponerse a trabajar a la par con sus siete hermanos.


- Después del colegio me iba a las ferias a vender flores y calugas en las micros. Incluso hubo un tiempo que ofrecía pan amasado casa por casa- , cuenta Valladares, quien a los 14 años dio sus primeros pasos en el oficio del tallado.

- Entré como ayudante a Cristal Yungay, donde se hacían los mejores vidrios de Chile en ese momento- y no se equivoca, porque esa empresa exportaba sus creaciones a toda América Latina. Allí hacía "cosas fáciles" como hojitas de flores y filetes. Aprendió más cuando emigró a un taller donde le entregaron un torno personal y tuvo que lanzarse a hacer dibujos y sacados a copas, alcuzas, floreros y todo tipo de piezas utilitarias y decorativas. A inicios de los 50 ya tenía su propio espacio, y el 55 estaba instalado como jefe de taller en el negocio de un argentino, en Concepción.

De esa ciudad no se movió por más de cuatro décadas, porque a los dos años de estar viviendo allí, le compró el taller a su jefe y nunca más tuvo patrón, como se encarga de enfatizar.


Con sus operarios, decoraba los vidrios que conseguía en Schiavi & Cía, empresa que en 1981 lo consideró el mejor tallador de vidrios de la ciudad, según consta en un raído diploma, que se apresura a desenpolvar de uno de los estantes de su pequeño taller, ubicado en el patio de su casa, en Cerrillos (teléfono 557 9127). Víctor Valladares ya está avecindado por estas latitudes hace siete años, desde que asuntos familiares lo trajeron de vuelta a la capital, reduciendo su exitosa empresa a una afición solitaria.

- Me gusta "cabecearme" en hacer diseños nuevos. Como puede ver no hay ningún tallado repetido. Si me mandan a hacer una docena de vasos, ahí los hago todos iguales- precisa el experto, que usando esmeriles especiales para vidrios, logra esculpir formas perfectas. "Tengo buen pulso", dice para explicar la rapidez y prolijidad con que logra hacer incisiones en esas delicadas superficies.



Tallados suaves y profundos, también sirven para ajustar piezas que necesiten restauración. "Depende de la quebradura es lo que tengo que inventar, por ejemplo, si el objeto tiene un saltado se le agrega un diseño que se va repitiendo", indica.



Soledad Villagrán Varela.