lunes, marzo 13, 2006

La Partida


Esta historia se comenzó a escribir hace algún tiempo...
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Ella estaba sumida en un mar de sentimientos encontrados. Hacía un tiempo ya que sentía que su vida había alcanzado la tan anhelada calma luego de aquella larga tormenta que la había acompañado por más tiempo del esperado. Por fin se sentía plena y feliz.

El día en que llegó la noticia estaba muy apurada; la esperaban la utopía, los sueños, la idea de un mundo mejor, y ella quería llegar a tiempo, un poco antes si era posible. Es que no quería perderse detalle alguno.

Y en eso estaba, alistando los últimos detalles, a punto de abrir la puerta para salir, cuando algo se le adelantó:

Toc – Toc – Toc: un Telegrama
La situación le parecía irreal: un telegrama en esta época de comunicación inmediata, habiendo mails, teléfonos celulares, mensajes de texto... recibir un telegrama fue casi como recibir señales de humo. Incluso recordó que hacía unos pocos días escuchó en las noticias que sería cerrado ese servicio.
- Quizás este sea el último telegrama enviado- pensó.
Entonces no era cualquier cosa, se trataba de un tesoro muy valioso. Una futura reliquia. Que antigua le sonaba la palabra reliquia.

ME ACEPTARON (PUNTO)
PARTO EL MARTES (PUNTO)
AQUILES (PUNTO)
Miró la hora, no tenía tiempo de sentarse, tenía que partir.
Claramente estaba muy sorprendida, el martes... hoy es viernes... sábado, domingo, lunes... ¡MARTES! ... ¡FALTAN SÓLO 4 DÍAS!
En ese momento sólo tuvo tiempo de alegrarse por el éxito de su amigo, y por ella misma también, por qué no decirlo. Ya había desechado la posibilidad de que él se fuera, lo que significaba que en un tiempo más ella tendría que arriesgarse y partir sin ningún precedente. La idea original ahora se cumplía: él partiría a ver si el asunto vale la pena.

A estas alturas lo único claro es que tenía que verlo antes que se fuera, mal que mal, no se iba a la vuelta de la esquina. Ni tan lejos, pero tampoco al lado...bueno, si, al lado, pero no TAN al lado. Más bien a un lado relativo...

...

No pensó mucho más en el asunto hasta que se instaló frente a la computadora. En su bandeja de entrada había un nuevo mensaje de Aquiles. Esto si que tenía un sentido temporal.
Y más palabras.
Y menos puntos.
Habría una despedida en su casa. El domingo. En la noche.

¿A quién se le ocurre hacer una despedida un domingo en la noche? Sólo a alguien que envía telegramas en plena era cibernética; que inaugura su casa un día jueves; que se lanza al vacío sin importar las consecuencias.
Si, ese era Aquiles.

Ahí si pudo detenerse en lo que estaba ocurriendo. En muy poco tiempo (otra cosa típica de él) se había convertido en un gran amigo, compañero, apoyo, resorte, reflejo.
No cabía duda, él era parte importante de la gestación del equilibrio que ella estaba alcanzando. Ella aprendió mucho de él, por sobre todo a no detenerse por el miedo, a disfrutar... si, sobre todo eso:
DISFRUTAR
Recordó también eso de girar... justamente esa era la sensación que tenía en el último tiempo, la de estar girando, como aquella vez, cuando pasaron de ser conocidos a ser amigos. Esa vez había sido el ensayo de un juego, una locura más de su infantil personalidad. Hoy seguía siendo un juego, pero de verdad. Y efectivamente, él la veía girar todo el tiempo.
Aunque ya no quedaba mucho tiempo.
...

Mientras más se acercaba la despedida era más fuerte la sensación: el vacío, la pérdida, el duelo. No podía creerlo, ya no estaría ahí para tomar un café y compartir sus locas locuras en cualquier momento, de improviso, cuando se les antojara.

La hora de la partida llegó.
Y ella quedó preguntándose por qué le pasaba esto, por qué ya lo extrañaba tanto y de esa manera tan distinta a las otras veces que había extrañado. Todo era aún más ilógico si pensaba en que no era la primera vez que le tocaba alejarse geográficamente de alguien muy importante en su vida, incluso estaba el único amor aquél; si se trataba de una experiencia común en su vida de viajera.

...
Caminaba por aquella calle, la misma que seguramente ya había transitado cientos de veces, quizás miles, nunca tanto como millones; últimamente incluso le parecía más hermosa e interesante. Llegó al edificio, entró al ascensor y mientras subía, en ese reducido y solitario espacio, el largo trayecto fue cómplice de la reflexión: el duelo era más doloroso esta vez porque hasta ahora siempre fue ella la que dijo adiós, con la certeza de que podía volver en cualquier momento en busca de aquello que dejaba atrás. Hoy las cosas eran distintas.
Abrió la puerta del departamento y en el piso encontró otro telegrama:
FIN DEL PRIMER CAPÍTULO
(PUNTO)




(Si los personajes de esta historia fueran reales, seguro gustarían de esta canción)

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(El cuadro es de una argentina que se llama Susana Bonet)