domingo, diciembre 25, 2005

La estrella número nueve

Jueves 22 de Diciembre de 2005

Llegué de Angostura, tiré la mochila en la cama, saqué la entrada, unas lucas para la micro y necesidades varias, el celular, las llaves y a correr...había que llegar lo más pronto posible porque de seguro estaría lleno y sería difícil entrar; además, a un partido como este hay que llegar temprano.

Rápidamente al metro; bajada estación Irarrazaval. Luego, paso más que apresurado a tomar la micro en Grecia, hay que ahorrar tiempo. Y cruzando la calle hacia la micro, un suceso no tan raro en mi día a día:

- Hola, ¿vas al estadio?
- Si
- Nosotras igual, ¿donde hay que tomar la micro?
- Ahí al frente, si quieren nos vamos juntas
- Ya, que buena ¿de qué equipo eres?
- De la Católica
- Nosotras igual, que buena, porque hemos visto puros chunchos
- ¿y de donde vienen?
- De Coihaique
- Uuuuu, que buena, que lejos!!! Yo también antes viajaba mucho a ver a la Cato, desde Conce
Y así...termino llegando al estadio con dos nuevas conocidas.

La bajada es en Grecia. Y aunque se trata del lado del enemigo, no hay tiempo (ni ganas) para dar la vuelta y entrar por Pedro de Valdivia. Además, no es primera vez que se hace la misma gracia. A pesar de las largas filas de chunchos, logramos pasar rápidamente: una de ellas estaba embarazada de dos meses, y aunque no se notaba, el sólo decirlo nos facilitó todo el camino. Después comentábamos lo fácil que es decir: -estoy embarazada- y que todos te crean y te dejen saltarte larguísimas filas de gente achicharrándose.

Y llegamos a la galería norte. Como siempre, ni me revisaron los pacos. Y entré a nuestro lado del templo...y el cuerpo se sentía más vivo que nunca: todo se contraía de la pura emoción de estar ahí, después de tanto tiempo y estando a sólo horas de alcanzar la gloria. Había ya muchísima gente y eran las 17:40...aún faltaba una hora y 20 minutos para el inicio del duelo y estaba casi lleno...esto era un buen presagio: seguro llenábamos.

Mientras pasaban los minutos, la tarea de rigor: encontrar la ubicación ideal entre los pocos espacios que quedaban. Y lo logramos, justo atrás del arco, pero en el medio, ni muy arriba ni muy abajo. Pero el cuerpo reclamaba algo más: encontrar el pasado, la historia que quizás nunca tendrá fin, que amenaza constantemente con acabarse, pero que de una u otra manera recuerda que el amor significa sin muerte, que no se termina, sólo se transforma.

Pero el pasado se hacía esquivo y no quería hacerse ver. Quizás aún no estaba y se postergaba la búsqueda. Y al retomarla más seriamente, eligiendo una posición más estratégica me vi buscando en los puntos clave, en los lugares históricamente posibles, y me di cuenta de cuanto tiempo ha pasado...y quizás ya nada es parecido, quizás ni siquiera quedan esos lugares y es necesario empezar a descubrir los puntos nuevos...La decisión entonces es dejar todo al azar, que sólo si el cosmos así lo quiere vuelvan los puntos a encontrarse en esta nueva espacialidad.


Ya falta menos, el estadio está más lleno y pronto empezará el partido. El equipo salió a la cancha a entrenar, pero aún falta la salida oficial. Y de pronto el cuerpo me empieza a recordar que sólo ha recibido un escueto desayuno...pero no hay espacio para ir a comprar algo, está demasiado lleno el estadio, moverse significaría perder la ubicación, el equipo puede salir en cualquier momento y no hay que perderse la salida que de seguro será estruendosa. La única opción viable era descansar un momento.

En esos minutos de descanso se mira desde arriba ese espacio por el que transita la gente, con la ilusión compartida de alcanzar la número nueve. Y todos son iguales, ningun rostro se hace especial. Y de pronto se enciende la alarma, hay una clave que indica que el pasado puede hacer su aparición...y segundos después es así, está ahí, con un montón de imágenes, sonidos y aromas que le acompañan, arrastrando consigo años de puntos comunes...el impulso llevaba a buscar ese pasado, encararlo y dejarlo seguir...Ahora si había una inquietud menos, ahora sí el partido era el único centro.

Y salió el equipo a la cancha...


Y se me puso la piel de gallina...Las voces se sienten más potentes, el bombo suena más fuerte, vuelan los papeles, comienza todo a transformarse en una nube de humo blanco y celeste...hay que taparse la nariz con lo que se tenga a mano, pero que importa, el espectáculo lo amerita, sin este tipo de cosas la fiesta no sería fiesta...
Y el hombre de negro da el pitazo inicial.
La suerte está hechada.
La sangre hierve.
Un empate basta.
Perder sólo por un gol nos lleva a penales.

Pero Osorio se arranca y da la primera estocada.


Estallo de alegría. Grito desaforadamente y comparto mi alegría con todo aquel que me rodea. Miro el marcador y me doy cuenta que han pasado sólo 5 minutos...sólo 5 minutos...si seguimos así ganamos lejos, pensaba aún enloquecida con el gol.


El primer tiempo transcurrió así, con el 1-0 en el bolsillo, con la Católica jugando bien, pero sin meterla adentro nuevamente. Y con el otro equipo sufriendo sin poder hilar una jugada coherente.

Estamos todos felices. Sólo restan 45 minutos para alcanzar el objetivo. Si todo sigue como hasta ahora lo que queda es un trámite.

Comienza el segundo tiempo. Tan pronto como llegó el gol de Osorio pudo haber llegado uno de Quinteros, pero se lo pierde. En el rebote, Rubio le da con todo pero el palo del arco se niega a permitir que la pelota entre en sus terrenos. De ahí surge la tragedia: sin que me haya podido dar cuenta muy bien la pelota llega al otro lado de la cancha, a los pies del 11, y la mete adentro. 1 a 1. Aún el título era nuestro, pero habían pasado recién siete minutos del segundo tiempo. El golpe era muy temprano.

Ese gol me dió rabia, pero sirvió para despertar a una hinchada que se estaba durmiendo en la seguridad de tener el título en sus manos. Hasta yo misma sentí un golpe de energía para alentar al equipo. La garganta se destrozaba intentando transmitir fuerza a los jugadores.

Pero Católica se bloqueó y los enemigos se aprovecharon, atacaron y atacaron hasta que lo consiguieron. 2-1. Derrumbe anímico total. El temor a que una vez más se concretara la oscura maldición que nos persigue me hizo derramar un par de lágrimas. No podía ser que, una vez más, un merecido título se nos escapara de esta manera. NO, ESTA VEZ NO.

Pero el equipo no levantaba y los malditos jugaban bien. Llegaban y llegaba. En cualquier momento hacían el tercero y nos arrebataban definitivamente la copa. Católica no era capaz de empatar. Yo seguía sufriendo, rogando que no llegara el maldito tercero. En ese contexto, el pitazo final es un alivio...viene la sentencia: los penales. A pesar del temor y la pena que me embargaban, no sé cómo ni por qué, no hay explicación lógica ni argumento: sólo estaba convencida de que en penales ganaríamos.

Lo que más temía es que tocara tirar en el arco que estaba hacia el lado de ellos. Eso si que sería difícil. Y de pronto, los arqueros junto al árbitro caminan en esa dirección. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, fue mi grito interior. Estaba desesperada. Convencida del triunfo, pero desesperada y aterrada.

Comienzan ellos. El guatón primero, y no falla. Maldición, la angustia se incrementa.
Se viene Conca, y casi me muero. Su cuerpo es el de un pollito, parece un niñito de 15...¿se la podrá en ese arco? Y obvio, es un grande.
Uno a uno.

Por ellos se viene Valencia: este tiene experiencia, seguro que lo mete, vamos Tati, tú puedes...pero la mete. El peso sobre nosotros nuevamente.
Le toca a Pancho Arrué: a este le tengo fe. La va a meter. Gol mierda, la metió, vamos que salimos campeones.
Dos a dos.

No sé quien se viene por ellos. Vamos Tati, atájate esta, pongámonos en ventaja, que ellos se queden con las ganas. Vamos Tati, si vos sos grande, ché...¡¡¡LA ATAJÓ!!! GRANDE TATI MIERDA, AHORA SI QUE SOMOS CAMPEONES, DEMÁS QUE NO FALLAMOS Y SOMOS CAMPEONES. Lloren en su casa arrendada...
Vamos Nacho Quinteros, seguro este la mete y quedamos en ventaja. Vamos que se puede, ya somos campeones, somos campeones...gooooooooooooooooooooooolazoooooooooooo, somos campeones, somos campeones. Sigan llorando...
Tres a dos.

Otro que no conozco, que se lo pierda, que ataje el Tati...pero la mete y sigue el suspenso.
Uf, le toca al Chapita...no sé porque pero a este no le tengo tanta fe en penales, pura intuición, ojalá me falle la intuición....me falló!!! la metió!!!! somos campeones otra vez, en su cara gueones, en su cara!!!!
Cuatro a tres.

Rivarola. Obvio que este la mete, para que sueñen un ratito más. Gol.
Se viene el Polo, obvio que este no falla...¡mierda! y si fallara justo ahora, en este momento?? Nooo, vamos Polo, vamos métela y somos campeones...vamos, vamos....GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL...
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLLLLL

Lágrimas que reflejan la emoción. La máxima felicidad que se pueda imaginar. El cuerpo va a estallar.



Y YA LO VES, Y YA LO VES, SOMOS CAMPEONES OTRA VEZ

Y YA LO VES, Y YA LO VES, SOMOS CAMPEONES OTRA VEZ

Todo es más reconfortante aún: no sólo somos campeones, además lo ganamos frente a los chunchos, el máximo enemigo, aún los veo llorar desde el lado norte, lloran y lloran, resignados a tener que irse porque hoy, limpia y merecidamente, la fiesta es de nosotros.

GRANDE CATÓLICA, ALCANZANDO LA NOVENA ESTRELLA

Y SIN DUDA, EL TATI HA SIDO EL MEJOR DE ESTE EQUIPO

CONCA NO SE VA

NO SE VA , NO SE VA

CONCA NO SE VA

(ESTE TAMBIÉN ES GRANDE, NO LO PUEDEN DEJAR IR)

Cuando la Cato gana el campeonato, no sólo el té y la marraqueta del desayuno al otro día son más ricos. Todo es más hermoso. El cielo es más celeste, el aire está menos contaminado, la gente es más amable, las ideas fluyen, el caos no estresa, todo se disfruta. Las rabias y las penas se convierten en alegría.

El haber estado ahí es impagable.